Por
Fabiola García
Médica y cirujana
A
|
l tomarse la tarea de elaborar un
listado de los científicos más influyentes de la historia es posible incurrir
en lo ya ampliamente conocido, en consecuencia se resta la debida importancia a varios personajes, dejándolos
así en el rincón olvidado de la ciencia, especialmente, si de mujeres se trata.
Tal es el caso de Maria Sklorowska, mejor conocida, como Marie Curie. Fue ella
una pionera en el campo de la física y la química, tanto así que sentó las
bases de lo que actualmente se conoce como radioactividad. De no ser por sus múltiples horas en el
laboratorio, varias batallas contra el cáncer se hubieran perdido. Lo anterior
sólo es un indicio de la grandeza de Marie Curie.
Al examinar la historia de los
Premios Nobel durante el siglo XIX es inevitable pasar por alto el apellido
Curie, dado que representa a la primera persona y mujer en ganar el mencionado premio en dos ramas
distintas de la ciencia: física y química, el primero obtenido
controversialmente en 1903 junto a, su
esposo, Pierre Curie y Henri Becquerel, quien desarrolló los principios de esta
investigación. El segundo galardón se le concedió en 1911 como reconocimiento
por los dos elementos radioactivos descubiertos.
En un mundo dominado por el género
masculino, se requiere un acto de valentía para sobresalir. Marie Curie
demostró la importancia del trabajo en equipo, sin distinción entre hombre y
mujer. Sin el apoyo de ella, la obtención del radio y el polonio no hubieran
sido realidad. Lo anterior era bien sabido por su compañero de fórmula, Pierre
Curie, quien defendió y lucho contra la polémica y la falta de ética de otros
científicos conservadores, quienes se oponían al reconocimiento público de los
logros de Marie. Hubo un par de tropiezos extras, con sabor a discriminación,
pero nada impidió su éxito profesional, ya que posterior al fallecimiento de su
esposo, lo sustituyó en la universidad como la primera mujer catedrática
en una universidad de prestigio, como lo
era Sobornne, París. Sin embargo, el
paradigma de exclusión continua cuando Marie se autopostula para un cargo en la
Asociación Científica Francesa, y no obtiene más que rumores por parte de la
prensa acerca de su falsa situación judía que le impide obtener el puesto.
Marie responde con arduo trabajo en el laboratorio.
A pesar de las interminables
jornadas de trabajo, los Curie, especialmente Marie se preocuparon por
transmitir a sus hijos la pasión por la ciencia, lo cual se ve reflejado en el
futuro al obtener una de sus hijas el mismo galardón en química. Comprendieron
oportunamente la importancia de sus descubrimientos para el bien de la
humanidad, por lo que dejaron el egoísmo a un lado y compartieron abiertamente
los hallazgos con el fin de beneficiar a todos. Años después, Marie refuerza
las relaciones benéficas entre la ciencia y el hombre al participar
voluntariamente junto a su hija en la primera guerra mundial, llevando los
rayos X como ayuda para los heridos.
Es sabido que quien lucha
alcanza, y Marie Curie no es la excepción a la regla. Desde su infancia tuvo
que lidiar con la muerte, las carencias económicas y los prejuicios sociales;
sin embargo fue más grande el deseo de superación. Siendo una persona reservada
y amante de las tardes de laboratorio se dedicó a superar las adversidades,
tanto en el libro de matemáticas como en
la vida diaria.
Y es esta una perspectiva más; en
relación a una luchadora, pensadora, madre y soñadora, conocida en el mundo de
los hombres como científica.
“Nada en la vida es de temer. Está sólo para ser entendido.” – Marie
Curie
No hay comentarios:
Publicar un comentario