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miércoles, 4 de febrero de 2015

Cuatro años en prisión

Por:
Kira Cristina Mochela Escobar García
Médica y cirujana

Guatemala, país de la eterna primavera, de la eterna desigualdad y violencia. En los últimos años hemos visto como en nuestro país se vive un ambiente de violencia, inseguridad y falta de conciencia. Muchas mujeres han delinquido y cumplen su condena en prisión acompañadas de sus hijos, a quienes con el afán de garantizarles un adecuado desarrollo y crecimiento, las leyes del país permiten su permanencia en el centro penitenciario durante sus primeros cuatro años de vida.  Estos años son fundamentales en la formación del apego y el ego del menor.
Pero basta dar un vistazo a la situación en la que se desarrollan los menores en las cárceles del país, para darnos cuenta la precariedad de las condiciones en las que se encuentran, siendo casi imposible asegurar que el Estado de Guatemala en realidad está cumpliendo su obligación de garantizar salud y protección a estos menores.
Sabemos que la cárcel no es ningún hotel de cinco estrellas, pero resulta inhumano que los niños y niñas compartan el mismo espacio con ratas, ratones y demás roedores portadores de enfermedades. Es inconcebible que el lugar que está destinado a ser ocupado por tres personas deba ser compartido hasta por 10. El hacinamiento es sinónimo y factor predisponente de enfermedades respiratorias y digestivas, así como lo es también, la falta de higiene. “Toda madre se quitará el pan de la boca para dárselo a sus hijos”, frase muy acuñada en las prisiones del país, ya que las mujeres comparten su plato de comida con los menores por la falta de presupuesto para costear la alimentación de éstos, lo cual va en detrimento de la adecuada nutrición de los niños y niñas.
Las madres reportan que sus hijos no tienen acceso a salud especializada y oportuna, a pesar que así  lo ordena la Constitución de la República. Parece que a las autoridades se les ha olvidado que estos niños y niñas NO son prisioneros y que gozan de los mismos derechos que cualquier otro niño y niña del país.  
¿Por qué no cuidar a estos niños y niñas? Si permanecen en una institución del Estado durante cuatro años. Por qué no garantizarle a estos niños y niñas el acceso a salud y liberarlos del monstruo de la desnutrición que los acosa, si bien es cierto que en nuestro país ya no es temido e incluso, hemos aprendido a llevarlo de la mano sin que esto nos convierta en valientes. ¿Por qué se está desaprovechando la oportunidad de modificar con salud y nutrición el futuro de estos niños? Si que sean hijos e hijas de delincuentes no les quita el derecho de gozar de los cuidados necesarios que son requeridos para ser adultos productivos que aporten a Guatemala el día de mañana.
Podrán decir que los niños y niñas que acompañan a sus madres privadas de libertad son la minoría, pero un niño o niña con mala salud y desnutrición, perpetúa la pobreza de una nación. Guatemala, hoy lamento no poder decirte al oído que “todo estará bien” en el futuro, porque aún no hemos aprendido a cuidar los dones con los que tu tierra ha sido bendecida. 

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