Por
Ruddy Aaron Ortiz López
Medico y Cirujano
La supervivencia de la
humanidad a través de los tiempos fue posible en gran parte gracias a nuestra
capacidad innata de adaptarnos a distintas adversidades y de realizar hasta lo
imposible por suplir nuestras necesidades más elementales. Fuimos capaces de ilustrarnos
en el arte del lenguaje y de la escritura por la necesidad de comunicarnos, desarrollamos
las destrezas de la construcción para elaborar refugios y de la agricultura para
alimentarnos. Pero entre todos estos ejemplos, resalta una necesidad básica en la
cual invertimos gran parte de nuestro tiempo y de la cual hemos procurado hacer
más placentera, y ésta es la necesidad de dormir y de poder dormir bien. En el
año 2011, arqueólogos de la Universidad de Witwatersrand de Johannesburgo realizaron
un hallazgo interesante en el sitio arqueológico de Sibudu, Sudáfrica. Descubrieron
lo que quizá sean las colchonetas más antiguas jamás antes encontradas y que
datan de hace más de 77,000 años atrás. Estas estaban hechas a base de plantas,
huncos y hojas que conformaban cerca de 15 capas apiladas entre sí, esto con el
fin de proveer una mayor comodidad a aquellos que fueron los primeros
diseñadores de camas en la historia. La importancia de dormir y comer bien es
de vital importancia para una vida saludable. Incluso los antiguos griegos
consideraban el sueño como un regalo de los dioses y veneraban a Hipnos, dios
del sueño, para tener la fortuna de un sueño inmutable.
Pero conforme fuimos avanzando
en el tiempo, estas dos necesidades básicas parecieran haber dejado de ser
fundamentales en nuestro diario vivir. Nos alimentamos de una forma inadecuada
y dormimos de una manera aún peor, todo esto por un mundo moderno cada vez más activo
y apresurado. Hemos llegado a tal extremo que ahora luchamos por mantenernos
despiertos; inventamos infinidades de bebidas energizantes y medicamentos para
mantenernos activos por más tiempo y de esta forma ser más productivos. Esto lo
hacemos con el fin de encajar en una sociedad competitiva y capitalista. Hay
trabajos en donde las horas de sueño son más preciadas que el caviar, un
ejemplo perfecto es la profesión del médico. A veces, el único consuelo de no
dormir por más de 36 horas en un turno, es pensar en la cómoda habitación donde
se llegarán a pagar cuentas atrasadas con la almohada. “Un sacrificio hoy para
un mejor mañana”. Al parecer la situación no es tan sencilla como pensábamos.
Un reciente estudio publicado
en The Journal of Neuroscience
durante el presente año, determinó que la vigilia prolongada (o incluso dormir
menos de 6 horas al día) está relacionada a lesiones irreversibles y
permanentes en el cerebro con pérdida de neuronas del locus coeruleus que son
esenciales para el estado de alerta y la cognición óptima. Dichos cambios
pueden no normalizarse incluso con tres días de recuperación del sueño. El
sueño es una necesidad fisiológica aún más importante que comer según estudios
del Departamento de Psiquiatría y Psicología de la Universidad de Chicago donde
revelan pruebas en ratas que demuestran que la ausencia del sueño puede llevar
a la muerte, incluso una rata puede morir antes de sueño que por hambre.
Si consideramos que para el
médico el poder cognitivo, la capacidad de análisis y su estado de alerta son
las herramientas más útiles que posee frente a las adversidades que se le
presentan, atentar contra dichas capacidades debería ser castigado severamente.
Es atentar contra la materia prima más preciada de los hospitales. Es por eso
que en la Constitución Política de la República de Guatemala indica que las jornadas de trabajo
efectivo nocturno NO pueden excederse de seis horas diarias, ni de 30 horas a
la semana. Normas que están muy lejos de las 36 horas de trabajo que se realiza
cada 4 días por parte de los médicos residentes y estudiantes.
Mientras no
existan regulaciones dentro los hospitales ni políticas en defensa a la
integridad de los médicos, la fuga de inteligencia, la calidad de atención e
incluso la delgada línea entre la vida y la muerte, donde una adecuada decisión
decide el resultado final, se verán altamente damnificadas.
Si hace más de 77,000 años el
hombre de las cavernas se esforzaba por dormir de una manera adecuada, ahora
que somos una sociedad más inteligente debemos preocuparnos por mantener esta
inteligencia indemne.
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