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miércoles, 4 de febrero de 2015

Dormir bien, cuestión de vida o muerte

Por
Ruddy Aaron Ortiz López
Medico y Cirujano

La supervivencia de la humanidad a través de los tiempos fue posible en gran parte gracias a nuestra capacidad innata de adaptarnos a distintas adversidades y de realizar hasta lo imposible por suplir nuestras necesidades más elementales. Fuimos capaces de ilustrarnos en el arte del lenguaje y de la escritura por la necesidad de comunicarnos, desarrollamos las destrezas de la construcción para elaborar refugios y de la agricultura para alimentarnos. Pero entre todos estos ejemplos, resalta una necesidad básica en la cual invertimos gran parte de nuestro tiempo y de la cual hemos procurado hacer más placentera, y ésta es la necesidad de dormir y de poder dormir bien. En el año 2011, arqueólogos de la Universidad de Witwatersrand de Johannesburgo realizaron un hallazgo interesante en el sitio arqueológico de Sibudu, Sudáfrica. Descubrieron lo que quizá sean las colchonetas más antiguas jamás antes encontradas y que datan de hace más de 77,000 años atrás. Estas estaban hechas a base de plantas, huncos y hojas que conformaban cerca de 15 capas apiladas entre sí, esto con el fin de proveer una mayor comodidad a aquellos que fueron los primeros diseñadores de camas en la historia. La importancia de dormir y comer bien es de vital importancia para una vida saludable. Incluso los antiguos griegos consideraban el sueño como un regalo de los dioses y veneraban a Hipnos, dios del sueño, para tener la fortuna de un sueño inmutable.
Pero conforme fuimos avanzando en el tiempo, estas dos necesidades básicas parecieran haber dejado de ser fundamentales en nuestro diario vivir. Nos alimentamos de una forma inadecuada y dormimos de una manera aún peor, todo esto por un mundo moderno cada vez más activo y apresurado. Hemos llegado a tal extremo que ahora luchamos por mantenernos despiertos; inventamos infinidades de bebidas energizantes y medicamentos para mantenernos activos por más tiempo y de esta forma ser más productivos. Esto lo hacemos con el fin de encajar en una sociedad competitiva y capitalista. Hay trabajos en donde las horas de sueño son más preciadas que el caviar, un ejemplo perfecto es la profesión del médico. A veces, el único consuelo de no dormir por más de 36 horas en un turno, es pensar en la cómoda habitación donde se llegarán a pagar cuentas atrasadas con la almohada. “Un sacrificio hoy para un mejor mañana”. Al parecer la situación no es tan sencilla como pensábamos.
Un reciente estudio publicado en The Journal of Neuroscience durante el presente año, determinó que la vigilia prolongada (o incluso dormir menos de 6 horas al día) está relacionada a lesiones irreversibles y permanentes en el cerebro con pérdida de neuronas del locus coeruleus que son esenciales para el estado de alerta y la cognición óptima. Dichos cambios pueden no normalizarse incluso con tres días de recuperación del sueño. El sueño es una necesidad fisiológica aún más importante que comer según estudios del Departamento de Psiquiatría y Psicología de la Universidad de Chicago donde revelan pruebas en ratas que demuestran que la ausencia del sueño puede llevar a la muerte, incluso una rata puede morir antes de sueño que por hambre.
Si consideramos que para el médico el poder cognitivo, la capacidad de análisis y su estado de alerta son las herramientas más útiles que posee frente a las adversidades que se le presentan, atentar contra dichas capacidades debería ser castigado severamente. Es atentar contra la materia prima más preciada de los hospitales. Es por eso que en la Constitución Política de la República de Guatemala indica que las jornadas de trabajo efectivo nocturno NO pueden excederse de seis horas diarias, ni de 30 horas a la semana. Normas que están muy lejos de las 36 horas de trabajo que se realiza cada 4 días por parte de los médicos residentes y estudiantes. Mientras no existan regulaciones dentro los hospitales ni políticas en defensa a la integridad de los médicos, la fuga de inteligencia, la calidad de atención e incluso la delgada línea entre la vida y la muerte, donde una adecuada decisión decide el resultado final, se verán altamente damnificadas.

Si hace más de 77,000 años el hombre de las cavernas se esforzaba por dormir de una manera adecuada, ahora que somos una sociedad más inteligente debemos preocuparnos por mantener esta inteligencia indemne.

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