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jueves, 7 de noviembre de 2013

Un patriotismo poco saludable

Por
Carlos Humberto Escobar Romero
Médico y cirujano.
Especialización en investigación científica
Escuela de postgrado de Ingeniería


Guatemala es un país con casi catorce millones de habitantes y como muchos países de la región, con una enorme población inmigrante. Es pobre, violento y en todos los indicadores de desarrollo aparecemos en el último lugar, siendo por demás vergonzosa la forma en que nuestros gobiernos se conducen y como es de tradicional la impunidad en nuestra tierra. Parece un país con poca o ninguna esperanza en sus instituciones, incapaz de generar las oportunidades necesarias para su desarrollo.  Aún con lo anterior todos los años en septiembre se celebra, como en el resto de países centroamericanos, la Independencia de nuestras naciones, y este año llegamos a 192 años de vida independiente y soberana. El Himno Nacional suena en todos lados, todos te quieren vender banderas y todos quieren lucir alguna en su hogar, vehículo, ropa, etc., hay actos cívicos en todos los planteles educativos, tanto públicos como privados y en muchos las bandas marciales se han preparado con meses de anticipación para marchar en el desfile que pasa por enfrente del Palacio Nacional de la Cultura. Redobles  suenan por doquier, y cualquiera diría que si hay necesidad de ir a la guerra con cualquier otro país, la victoria sería un “destino manifiesto”. Increíble es que pese a todo lo que se expuso al principio de este artículo,  los chapines tengan la ilusión de sentirse libres en esta nación.
Como diría el dicho “nadie habla mal de su propio rancho”, pero izar el pabellón nacional en los corazones de los guatemaltecos una sola vez al año, no es como para considerarnos verdaderos hijos de este país. La mayoría de personas ven el 15 de septiembre como un merecido asueto y nada más y es triste reconocer que luego de esa fecha, ya nadie quiera continuar con el civismo unas semanas antes tan a flor de piel. Numerosas entidades no gubernamentales y sector privado han invertido en mejorar el aspecto y aumentar nuestro amor por el civismo, por una patria que se presenta en los comerciales, llena de lugares bellísimos,  personas alegres y con una sonrisa siempre presta para recibir al visitante.  Artistas de todas las categorías se esfuerzan por cambiarle la cara a nuestra realidad, y es común el optimismo luego de ver cualquiera de esos spots publicitarios. No digo que este mal que se trate de dar al chapín una mayor identificación con su patria, pero tampoco es bueno “tratar de barrer el polvo por debajo de la alfombra”.
La libertad es un derecho lleno de obligaciones, nadie puede ser libre si no acepta su responsabilidad ante sí mismo, su familia y su país. Estamos acostumbrados a nuestra pobreza, analfabetismo, inseguridad alimentaria y social, y SOBRE TODO estamos acostumbrados delegar la responsabilidad de nuestro atraso a los gobiernos de paso, que se han demostrado incapaces de mejorar el sistema en el que estamos estancados. Si algo no está bien, lo más fácil es echarle la culpa a alguien más y esperar a que lo resuelvan otros, pero ese sistema solo aplaza las soluciones debido a la falta de responsabilidad cívica, social y personal. La corrupción no es un mal del gobierno, sino de la sociedad. Más que vestirnos de gala, marchar debajo del sol, cantar el himno, comprar una bandera o participar de los actos cívicos, los guatemaltecos debemos identificarnos con la dura realidad de nuestra situación actual, tener en la mente de que “nada cae del cielo”, trabajar duro por mejorar nuestras costumbres, fomentar prácticas más proactivas y menos críticas o pasivas en nuestra vida cotidiana y finalmente entender que si el país está como esta, lo más probable es que alguna parte de culpa tenemos cada uno en esto. Sentarnos cómodamente sin involucrarnos en la solución de los problemas sociales, también nos hace participes del problema.
Festejemos la independencia patria con el corazón lleno de verdaderos sentimientos patriotas, el sacrificio por la tierra donde se ha nacido y donde nuestros hijos caminaran es una labor de todos y no solo de unos cuantos. Tratar de sacar a este país adelante no puede ser tarea únicamente de una persona, un sector de la población o grupo individual, por lo que vencer las aún existentes barreras interculturales y sociales reviste mayor trascendencia en estos días que en cualquier otro momento. Saber que la sociedad en su conjunto es la única que puede generar mayor riqueza, que el atraso de unos nos condena a todos, que las soluciones no son medidas de corto plazo y que el ambiente internacional nos obliga a ser mejores y más competitivos, son solo algunas de las tareas que debemos afrontar con verdadero amor a nuestra patria. No podemos continuar añorando pasadas glorias efímeras, nuestro pensamiento debe de progresar y dejar de creer en soluciones fáciles como las revoluciones o la imagen de un gobernante temible, que como por arte de magia lo solucione todo.
Terminemos recordando parte de nuestro himno nacional que reza: -“pues tus hijos valientes y altivos, que veneran la paz cual presea, nunca esquivan la ruda pelea…”-. Ruda pelea es lo que vendrá, pero no contra otra nación invasora, sino contra nosotros mismos para lograr nuestro propio desarrollo. Sacrificio y duros momentos han de llegar, los malos chapines habrán de ponerse en contra, y las ideas  derrotistas estarán presentes, pero el amor por los nuestros y lo nuestro harán que finalmente logremos el sueño que cobija cada guatemalteco en lo profundo de su corazón, una Guatemala verdaderamente libre, en paz y de todos.

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