Por
Carlos
Humberto Escobar Romero
Especialización
en investigación científica
Escuela de postgrado de Ingeniería
Guatemala
es un país con casi catorce millones de habitantes y como muchos países de la
región, con una enorme población inmigrante. Es pobre, violento y en todos los
indicadores de desarrollo aparecemos en el último lugar, siendo por demás vergonzosa
la forma en que nuestros gobiernos se conducen y como es de tradicional la
impunidad en nuestra tierra. Parece un país con poca o ninguna esperanza en sus
instituciones, incapaz de generar las oportunidades necesarias para su
desarrollo. Aún con lo anterior todos
los años en septiembre se celebra, como en el resto de países centroamericanos,
la Independencia de nuestras naciones, y este año llegamos a 192 años de vida
independiente y soberana. El Himno Nacional suena en todos lados, todos te
quieren vender banderas y todos quieren lucir alguna en su hogar, vehículo,
ropa, etc., hay actos cívicos en todos los planteles educativos, tanto públicos
como privados y en muchos las bandas marciales se han preparado con meses de
anticipación para marchar en el desfile que pasa por enfrente del Palacio
Nacional de la Cultura. Redobles suenan
por doquier, y cualquiera diría que si hay necesidad de ir a la guerra con
cualquier otro país, la victoria sería un “destino manifiesto”. Increíble es
que pese a todo lo que se expuso al principio de este artículo, los chapines tengan la ilusión de sentirse
libres en esta nación.
Como
diría el dicho “nadie habla mal de su propio rancho”, pero izar el pabellón
nacional en los corazones de los guatemaltecos una sola vez al año, no es como
para considerarnos verdaderos hijos de este país. La mayoría de personas ven el
15 de septiembre como un merecido asueto y nada más y es triste reconocer que
luego de esa fecha, ya nadie quiera continuar con el civismo unas semanas antes
tan a flor de piel. Numerosas entidades no gubernamentales y sector privado han
invertido en mejorar el aspecto y aumentar nuestro amor por el civismo, por una
patria que se presenta en los comerciales, llena de lugares bellísimos, personas alegres y con una sonrisa siempre
presta para recibir al visitante.
Artistas de todas las categorías se esfuerzan por cambiarle la cara a
nuestra realidad, y es común el optimismo luego de ver cualquiera de esos spots
publicitarios. No digo que este mal que se trate de dar al chapín una mayor
identificación con su patria, pero tampoco es bueno “tratar de barrer el polvo
por debajo de la alfombra”.
La
libertad es un derecho lleno de obligaciones, nadie puede ser libre si no acepta
su responsabilidad ante sí mismo, su familia y su país. Estamos acostumbrados a
nuestra pobreza, analfabetismo, inseguridad alimentaria y social, y SOBRE TODO
estamos acostumbrados delegar la responsabilidad de nuestro atraso a los
gobiernos de paso, que se han demostrado incapaces de mejorar el sistema en el
que estamos estancados. Si algo no está bien, lo más fácil es echarle la culpa
a alguien más y esperar a que lo resuelvan otros, pero ese sistema solo aplaza
las soluciones debido a la falta de responsabilidad cívica, social y personal. La
corrupción no es un mal del gobierno, sino de la sociedad. Más que vestirnos de
gala, marchar debajo del sol, cantar el himno, comprar una bandera o participar
de los actos cívicos, los guatemaltecos debemos identificarnos con la dura
realidad de nuestra situación actual, tener en la mente de que “nada cae del
cielo”, trabajar duro por mejorar nuestras costumbres, fomentar prácticas más
proactivas y menos críticas o pasivas en nuestra vida cotidiana y finalmente
entender que si el país está como esta, lo más probable es que alguna parte de
culpa tenemos cada uno en esto. Sentarnos cómodamente sin involucrarnos en la
solución de los problemas sociales, también nos hace participes del problema.
Festejemos
la independencia patria con el corazón lleno de verdaderos sentimientos
patriotas, el sacrificio por la tierra donde se ha nacido y donde nuestros
hijos caminaran es una labor de todos y no solo de unos cuantos. Tratar de
sacar a este país adelante no puede ser tarea únicamente de una persona, un
sector de la población o grupo individual, por lo que vencer las aún existentes
barreras interculturales y sociales reviste mayor trascendencia en estos días
que en cualquier otro momento. Saber que la sociedad en su conjunto es la única
que puede generar mayor riqueza, que el atraso de unos nos condena a todos, que
las soluciones no son medidas de corto plazo y que el ambiente internacional
nos obliga a ser mejores y más competitivos, son solo algunas de las tareas que
debemos afrontar con verdadero amor a nuestra patria. No podemos continuar
añorando pasadas glorias efímeras, nuestro pensamiento debe de progresar y
dejar de creer en soluciones fáciles como las revoluciones o la imagen de un
gobernante temible, que como por arte de magia lo solucione todo.
Terminemos
recordando parte de nuestro himno nacional que reza: -“pues tus hijos valientes
y altivos, que veneran la paz cual presea, nunca esquivan la ruda pelea…”-.
Ruda pelea es lo que vendrá, pero no contra otra nación invasora, sino contra
nosotros mismos para lograr nuestro propio desarrollo. Sacrificio y duros
momentos han de llegar, los malos chapines habrán de
ponerse en contra, y las ideas derrotistas
estarán presentes, pero el amor por los nuestros y lo nuestro harán que
finalmente logremos el sueño que cobija cada guatemalteco en lo profundo de su
corazón, una Guatemala verdaderamente libre, en paz y de todos.
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