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jueves, 7 de noviembre de 2013

Cigarrillo electrónico: ¿ayuda o una amenaza?

Por
José Carlos Monzón
Médico y cirujano
Especialización en investigación científica
Escuela de postgrado de Ingeniería

El cigarrillo electrónico fue lanzado al mercado desde el año 2007 en Estados Unidos iniciando una revolución tecnológica en la industria de la nicotina y el tabaco. Su crecimiento ha sido muy favorable desde el punto de vista económico y en el año 2012 en Estados Unidos alcanzó la monumental cifra de US$ 500 millones. Tuvo una rápida expansión a nivel mundial y no tardó mucho para introducirse en Guatemala. Este novedoso artefacto consta de una resistencia que calienta la nicotina liquida a través de un filtro que lo convierte en vapor el cual se inhala y exhala en forma de “humo”. A su vez, en el extremo opuesto, el dispositivo a medida que se inhala activa una luz LED simulando un cigarrillo de verdad y dando el efecto autentico de fumar. Además estos cigarrillos constan de una batería recargable y varios filtros con sabores diferentes para cada gusto. Pero, y que hay del impacto a la salud?
Existe una extensa variedad de mensajes y eslóganes muy creativos, dentro de los cuales se ha publicitado este producto, la mayoría siendo de dudosa reputación. Para empezar muchos de los fabricantes y/o distribuidores establecen que son absolutamente inocuos para la salud del fumador otros incluso indican que funcionan como dispositivos para dejar de fumar y que incluso están aprobados por la Administración de alimentos y drogas de Estados Unidos, FDA  por sus siglas en ingles.
Existen un sinnúmero de artículos en internet, a favor y otros en contra sobre los cigarrillos electrónicos sin embargo, la postura de la comunidad científica con respecto a los beneficios y/o usos potenciales que pueda tener este artefacto están lejanos de ser favorables o positivos.
Dado que los cigarrillos electrónicos son relativamente nuevos, estudios sobre sus efectos a largo plazo se encuentra todavía en proceso de realización por lo que hace falta evidencia científica para establecer relaciones concluyentes entre el uso de los cigarrillos electrónicos y los riesgos potenciales a la salud. Sin embargo a pesar de esto, la FDA ha sido clara al establecer que los productos están siendo probados y que hasta el momento no ha habido ninguna aprobación por parte de ellos para definir un nivel seguro de uso y/o exposición al mismo. Asimismo tampoco han sido aprobados para comercializarse como una terapia efectiva para dejar de fumar, por el contrario, su uso se ha extendido por la falta de regulación, incuso se ha ligado al riesgo de mantener la adicción a nicotina de personas propensas a dejar de fumar ya que funciona como una artimaña para esquivar las leyes actuales de ambientes libres de humo de tabaco, induciendo a más gente a seguir fumando. Además, aunque en menor cantidad, se han encontrado sustancias carcinogénicas encontradas normalmente en cigarrillos convencionales que pudieran representar una consecuencia nefasta para la salud  del consumidor.

Existen además otras implicaciones que superan el enfoque de este artículo, sin embargo con lo anteriormente resaltado podemos concluir que aunque hace falta evidencia científica que arroje resultados concluyentes, la balanza se va inclinando más a la amenaza que a la ayuda que un dispositivo como este pudiera contribuir.

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