Por
Walfer Martínez
Ingeniero
agrónomo
Estudiante de
especialización en investigación científica
Escuela
de postgrado. Facultad de Ingeniería
En las Escuelas existen condiciones
difíciles que dificultan el proceso de enseñanza, aprendizaje y evaluación, tales
como la carencia de agua potable, deficiencia en el número y calidad de letrinas,
patios de tierra, en días soleados aumenta la temperatura en aulas de lámina ó
cuando llueve ya no se escucha lo que se habla,
¡que difíciles condiciones para estudiar!
En cuanto al número de maestros, he
visto un maestro para los seis grados de primaria, en los buenos casos, porque
en algunas aldeas no existe escuela, en fin, las carencias son múltiples.
Sin embargo las cosas que abundan cuando
uno visita una escuela ha sido la sonrisa de los niños, los buenos días de
esas caritas agradables, que ocultan la mala nutrición o los rasgos del clima
frío, al tocar la manos ásperas de campesino
que se alistan para trabajar por la tarde, para recoger la leña, pastorear las
ovejas o ayudar a la mama a cuidar a los hijos menores. La escuela es el
espacio oportuno para olvidarse de esas tareas diarias, pero también para
aprender a leer y escribir, ah, eso sí, también para firmar.
Dentro de estas condiciones, existen
rayos de esperanza, sin duda alguna, siempre existen niños brillantes, activos,
inquietos, los que levantan la mano, los que tienen dudas, los representantes
del grupo, ¡que buena iniciativa!, que gran esperanza para Guatemala, la cual
se diluye lentamente, cuál silueta del hombre en la neblina matutina.
Qué tristeza saber que el futuro de
estos niños esta marcado como el agricultor de siempre,
el campesino con el macheta al cinto, el sombrero cuna de sudor, y
vestimenta con caricias de lodo y sonrisas pegadas de mozote. La misma niña que desde edad escolar la acompaña su gabacha o reboso,
como si fuera el uniforme del lunes cívico, que la destina desde ya, a ser ama
de casa, que torteará en la cocina llena de humo con el bebe en el reboso, después
de miles de años no existe futuro que pensar, ya está marcado la vereda que nos
conduce al terreno, el atajo siempre nos llevará a la cocina de humo.
El padre no visualiza la importancia que
el niño estudie, ¿para qué? Si ya sabe leer y escribir, ya sabe firmar, ya sabe
hacer cuentas, suficiente para estas comunidades de economías simples. Mientras los
que quieren seguir estudiando, no tienen dinero para cubrir los gastos, los
niños “Chispudos” de hoy serán integrantes del Consejo Comunitario de
Desarrollo –COCODES, serán los integrantes de los Consejos Escolares,
representantes de la comisión de apoyo en jornadas de vacunación, los líderes que acompañaran a los técnicos de
instituciones, a los encuestadores del INE, etc., qué gran mérito comunitario.
Para esas comunidades los libros de
primaria, el machete y el reboso, es la ruta marcada por los padres y el camino
que seguirán sus hijos.